4 may 2016

MATAR A UN RUISEÑOR: INMENSA CALIDAD EN LA LITERATURA Y EN EL CINE



Harper Lee escribió el libro Matar a un ruiseñor sin conocer su éxito posterior,  que culminó con su adaptación al cine,  de la mano de Gregory Peck.
La escritora era primeriza y, sin embargo, Atticus marcó el corazón de muchos por su sabiduría y Jean Louise por su inocencia. El libro, narrado en primera persona por una muchachita de seis años, aborda los problemas raciales del EEUU de los años treinta. Hoy en día los problemas se repiten y la discriminación sigue teniendo mucho peso en nuestra sociedad, que defendemos concienzudamente como progresista y civilizada. También eran blancos de clase media los que acusaron a un hombre de color, Rob Patinson, de violar a una chica, aún con la certeza absoluta y un millar de pruebas sobre sus hombros, de que todo había sido una maquinación.  Y nosotros, mientras el final avanza con seguridad hacia ese terrible condena que le  dictarán a Rob, sentimos la ternura de Jean Louise y Jem  al descubrir que su padre es la única luz entre tanta oscuridad.
Criados en un ambiente hostil, difícil, donde la aceptación social es la clave para la  supervivencia, soportando la ausencia de una madre y la presión de una tía, Jem y Jean, hermanos, hijos del abogado Atticus, se convierten en pequeños rebeldes soñadores, autocríticos que descubren  progresivamente el mundo en el que viven, antes incluso de captar su importancia en él. Aprenden de Atticus ( brillantemente interpretado en la versión cinematográfica) a respetar por encima de todas las cosas, aprenden lo que es el honor, la perseverancia y la justicia. Aprenden a ser, en definitiva, dos luces más para un mundo todavía en sombras.
 
Jem es un chico muy especial en el libro y muy interesante en la película. La acción comienza cuando todavía es el pequeño que pierde los pantalones en una de sus mil aventuras  y exige, ansiosamente, una escopeta a su padre. Observamos su evolución, conmovedora,  hasta que el joven despierta de un sueño para no volver a caer en él. Su hermana es pequeña y debe protegerla, la formación intelectual es importante para desenvolverse en la vida y las escopetas sólo se usan en caso de necesidad.

Frente a este personaje encontramos a Dill, amigo y novio de Scout (si las vanas promesas de casamiento que le ofrece, tan típicas, se pueden considerar propias de  calificativo amoroso).  Dill es el opuesto de Jem,  el eterno Peter Pan de Nunca Jamás, personaje plano, infantil,  experto en travesuras, impaciente y fantasioso.  También patético (quizás por su tamaño, minúsculo,  o por su forma de hablar). Sea lo que sea nos reímos de él como nos reímos de cualquier pequeño, con cariño, mientras adoramos a Atticus por lo que representa. Además:  ¿Quién soportaría al igual que el abogado un escupitajo en la cara, hecho a propósito y por desprecio infundado?

Ahora hablemos de Jean, llamada comúnmente Scout, la narradora protagonista. Una de las mejores elecciones del libro fue elegirla precisamente a ella para describir con total sinceridad  e imparcialidad, y a la vez, con la ternura propia de su edad,  la historia que nos presenta.  Inocente y atrevida, la que se disfraza de jamón y se viste masculinamente,  vive tantas experiencias, que acaba comprendiendo   el melodrama que conforma la vida de un adulto. La opinión de los demás, las formalidades (como la anciana que los apuntaba con una escopeta por no saludarla correctamente), el trabajo, la aceptación de las leyes, las formas distintas de ver la vida… Cuando somos pequeños se nos pasan por alto este tipo de matices, apreciando sólo las posturas  más radicales  como ejemplares.  Así es, para un niño común,  la idea de lo malo  (el fantasma Bob) y lo bueno (la señora Maudie y sus bizcochos). Sin embargo, esta perspicaz niña está alerta a todas las perspectivas adultas que un niño ignora,  salvaguardando al mismo tiempo, ese  carisma propio de la infancia. Así  consigue salvar a su padre de una muchedumbre de campesinos, recordándoles lo hermoso que fue haberles conocido y compartir parte de su vida con ellos.  Uno de los campesinos, el señor Cunningham, padre del chico pobre, compañero de Scout, al que invitaron a comer, recuerda, al final, la benevolencia de la familia contra la que intentaba arremeter.  Un modelo, pues, tan ejemplar como su padre. Contagiada por el espíritu aventurero de su hermano y su amigo Dill decide embarcarse en una nueva aventura veraniega: ir tras los pasos del fantasma Boo, recluso en casa desde que intentó asesinar a su padre.  Sin embargo, el final toma un rumbo distinto y una vez más, nos engancha.  

Boo,  el hombre misterioso,  aparece en escena para salvar a los hermanos de las garras de un campesino vengativo. En la versión cinematográfica el supuesto fantasma es el actor perfecto. Sus inexistentes palabras dicen mucho más que el parlanchín de Dill o, por ejemplo,  Tom Robinson, el inocente que aparenta ser culpable por fugarse de su injusto destino: la cárcel, cuando tendría juicios posteriores  en los que rebatir su condena. Robinson es exactamente igual en mi imaginación, en el libro y en la película. Desconfiado y asustadizo, alto, fuerte y callado. Aunque no nos guste tanto su personaje (yo no sentí empatía hacia él) sí es necesario añadir que su papel es necesario y que está a la altura del libro. Tom Robinson representa el espíritu pacifista de Martin Luther King, cuya única aspiración era poder ser hombre y  no esclavo. 

Escrito en los años cincuenta,  por una mujer  valiente, cuyo coraje la impulsa a denunciar  un problema aún sangrante como los prejuicios, la novela ha sabido traspasar las barreras del espacio y tiempo para llegar hasta  nuestra sociedad, a este recóndito  pueblo llamado Curtis, para enseñarnos que la historia se repite una y otra vez: hombres contra mujeres, racismo, hipocresía, violencia y descontrol.  Está muy claro que todavía nos falta un largo camino por recorrer;  mas para hacerlo necesitamos desesperadamente cambios en la política; en la educación y lo más importante: necesitamos más humanos como Atticus.

Al fin y al cabo, Atticus es el  sueño de Harper Lee en Matar a un Ruiseñor.


                                                                                               VICTORIA IGLESIAS 1º BACH C


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