Permaneció acostada hasta más tarde de las diez. Bajó a la cafetería cuando ya había concluido el horario de desayunos, pero no le importó. Salió del hotel en busca de una terraza donde tomar un café y se descubrió recorriendo las mismas calles, los mismos jardines y parques que dos días antes, pero ahora a solas, sin su marido. Podía pues entregarse libremente a sus fantasías y evocaciones, y con una sonrisa en los labios recordó la noche en que Frank y ella se conocieron, en el hotel en que se celebraba la fiesta de clausura del Salón de Anticuarios.
27 nov 2009
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