Los fendetestas de 1º de Bachillerato están leyendo El manuscrito de piedra, novela que recoge todo el proceso de investigación del asesinato de un monje salmantino. Hasta ahí, nada parece extraño, pero cuando los lectores descubren que la acción se ambienta en la Salamanca del siglo XV y que el investigador es un bachiller llamado Fernando de Rojas, la sorpresa es mayúscula y las ganas de ahondar en la obra cada vez mayores.
Estamos entrando de manera muy agradable en la época de los Reyes Católicos, en los problemas de convivencia religiosa, en la vida universitaria del momento... La labor "detectivesca" de Rojas está bien diseñada: la dificultad para resolver los enigmas que se plantean y el ingenio del investigador nos mantiene en vilo...
Por cierto, nos hemos dado cuenta de que la historia que relata tiene mucho que ver con la Leyenda de la cueva de Salamanca, relato popular con el que se relaciona uno de los entremeses de Cervantes. Aquí os la dejamos, para quien quiera ahondar en ella.
¿Cuál es el poder que tienen las leyendas sobre
nosotros? Seguramente su atracción reside en que casi siempre siembran, en
quien las escucha, la duda. Cuando nos
cuentan algo acerca de la leyenda de un lugar, siempre pensamos ¿es solamente
producto de la imaginación popular o habrá más de cierto de lo que imaginamos?
Es lo que sucede con leyenda sobre la Cueva de
Salamanca, un relato cargado de magia, misterio y fruto,
probablemente, de la religiosidad de la
sociedad española en siglos pasados.
La Cueva se encuentra situada en la Plaza de Carvajal en lo que antiguamente era la Iglesia de San Ciprián; estaba
ubicada detrás de la sacristía, donde se
decía que se practicaban todo tipo de rituales mágicos.
Cuentan los más viejos que para
llevar a cabo su último trabajo, el descenso a los Infiernos en busca del Can
Cerbero, Hércules logró abrir un camino directo al Más Allá a través de la famosa cueva. Ese
camino sería aprovechado, mucho tiempo después, por el mismísimo demonio para
venir a las tierras de Salamanca a transmitir sus enseñanzas y a ganar amigos
que le ayudasen a hacer el mal.
Esta historia, fruto de
la imaginación popular, vino a mezclarse con un hecho real: en la antigua Iglesia de San Ciprián, existía
un sacerdote conocido como Clemente Potosí,
que dictaba clases de astrología, geomancia, hidromancia, piromancia y
quiromancia. El objetivo de estas clases era poder enseñar las artes
adivinatorias. El contenido específico que se daba en estos encuentros no era
muy conocido por el resto de la sociedad debido a que quienes lo practicaban
guardaban un pacto de silencio. Este hermetismo, hizo crecer las dudas y
alimentó la imaginación del pueblo, que creó una historia que, a buen seguro, se
alejaba bastante de la realidad. Por las calles de Salamanca se comentaba que este sacerdote era en realidad el diablo y que lo que estaba
transmitiendo a sus alumnos eran las claves de la nigromancia (magia negra). El
relato continúa: los alumnos que asistían a estas clases, siempre eran
siete, y recibían enseñanzas sobre ritos
diabólicos a lo largo de siete años, a la luz de una vela incombustible. La forma de abonar el importe del curso era
muy peculiar: uno de los asistentes, elegido por sorteo, debía pagar por todos
los demás. Si el joven, no podía realizar este pago, recibiría el castigo de quedar encerrado en la cueva,
como ayudante del diablo.
Forma parte también de la
leyenda la idea de que bajo tierra había una especie de ciudad oculta, formada
por túneles y pasadizos en donde se realizaban actividades que escapaban a los límites de lo ortodoxo (prácticas
judaizantes, por ejemplo) o de lo legal (refugio de delincuentes). Sin duda, el
ambiente de extrema religiosidad de la Edad Media y la persecución de todo
aquel que no siguiese ciegamente la fe católica durante el reinado de los RRCC
alimentó la difusión de este curioso relato.
Durante el reinado de Isabel La Católica se ordenó tapiar preventivamente el
acceso a este lugar. Luego, en el año 1580 la iglesia fue derribada,
perdiéndose gran parte de ella. A partir de allí, el lugar fue utilizado
como carbonería o depósito de desperdicios. En el siglo XX, fue restaurada y
puesta en condiciones para la visita de turistas y personas atrapadas por esta
sorprendente historia.