3 mar 2011

CONOCIENTO A JARDIEL PONCELA... QUE NO ES POCO

Los Fendetestas de 3º de ESO estamos disfrutando con una de las obras de Jardiel Poncela. Curioso escritor... y de agradable lectura. Nos gustaría que su humor fuese más conocido... He aquí un trozo de su biografía,extraído del Centro Virtual Cervantes, tan interesante como su obra.
Según indica el mismo Jardiel, lo escribió, en verso, para el álbum «de una de esas señoritas que coleccionan autógrafos de escritores, sin caer en la cuenta de que les sería más útil coleccionar autógrafos de cuentarrentistas del Banco de España.». Los versos unen sinceridad, desenfado y augurios que habrían de cumplirse: Retrato al pastel (de hojaldre) Nací armando el jaleo propio de esas escenas; me bautizó la Iglesia con arreglo a sus ritos, y Aragón y Castilla circulan por mis venas convertidos en rojo caldo de eritrocitos. ¿Cuál de las dos regiones pesa en mi corazón? Es difícil hallar la clave del misterio... Tal vez pesa Castilla cuando me pongo serio, y cuando estoy alegre, tal vez pesa Aragón. A semejanza de otras diversas criaturas, me eduqué en el temor del Dios de las Alturas; pero perdí el temor —o la fe— que es lo mismo, cuando, en años después, practiqué el alpinismo. Escribo, porque nunca he encontrado un remedio mejor que el escribir para ahuyentar el tedio, y en las agudas crisis que jalonan mi vida siempre empleé la pluma como un insecticida. Fuera de las cuartillas, no sé de otro nirvana. No me importa la gloria, esa vil cortesana que besa igual a todos: Lindbergh, Charlot, Beethoven... Y no he ahorrado nunca, pensando en el mañana, porque estoy persuadido de que he de morir joven. Y acertó. Porque murió a los cincuenta años, joven pues, sobre todo si se tiene en cuenta la duración actual de las existencias humanas. Y pobre, muy pobre, después de haber trabajado mucho, y de haber ganado dinero, considerable dinero en algunas etapas de su vida. Una vez más, se cumplió el sino de tantos escritores auténticos, que mueren a solas con su pobreza, y su dignidad, como único patrimonio. Nada que tenga que ver con los currinches y aprovechados de la literatura, tan abundantes ahora, menesterosos de popularidad y dinero, sobre todo de este último, no importa con qué artes —malas artes— se consigan.

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