27 nov 2009

Aeropuerto de Funchal (Fragmento XII)


El gerente del hotel hizo varias llamadas telefónicas, y poco a poco los temores de Elena se fueron confirmando. Sí, era un hombre. Y, sí, parecía ser que había muerto. “¡Carlos!”, exclamó, llevándose las manos a la cara. El gerente intentó tranquilizarla y le dijo que tal vez hubiera un error y que, en todo caso, la identidad del accidentado seguía siendo un misterio. Elena negó con la cabeza y dijo: “Es mi marido. Estoy segura.” Ignoraba cómo podían ser los montes y paisajes de esa parte de Madeira y, sin embargo, la imagen de Carlos alejándose del autobús y de los otros turistas y arrojándose a un precipicio como quien salta a una piscina se le representaba con la nitidez de una película que en ese momento estuviera proyectándose ante sus ojos. “Será mejor que suba a su habitación. La mantendré informada”, dijo el gerente con expresión afligida, pero ella prefirió no moverse de allí, de aquel despacho al que la policía se había comprometido a llamar en cuanto dispusiera de nuevas noticias. “Agua, necesito beber agua”, pidió poco después. El hombre la dejó un momento a solas y Elena prorrumpió en un llanto desesperado, incontenible. ¡Con lo que se habían querido, y ahora él estaba muerto! Recordó su sonrisa amplia y su mirada serena. Recordó también la voz temblorosa y casi infantil con la que, quince años atrás, cuando ella era todavía una jovencita y él ya un hombre hecho y derecho, le había declarado su amor. Los recuerdos se agolpaban, y eran siempre recuerdos de sus años de dicha y plenitud, de la época en la que ninguno de los dos podía concebir la vida sin el otro. El brevísimo noviazgo, el viaje a Egipto, el arreglo de la casa que ambos habían considerado definitiva, los veranos en aquel hotelito mallorquín que disponía de una playa casi privada... Muerto Carlos, era como si todos aquellos recuerdos en los que él aparecía dejaran de ser recuerdos para convertirse en pura invención, como si ese tiempo feliz nunca hubiera llegado a existir. ¿Y Frank? No había vuelto a pensar en él desde las primeras noticias sobre lo ocurrido y, cuando lo hizo, ya nada era lo mismo.

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